HADITA



La historia que nadie conoce... de hombres y hadas.


En los roquedales antiguos, que el tiempo ha enterrado ya en los centenarios bosques norteños, todavía permanecen escritas en lenguas olvidadas, las viejas historias que hablaban de la convivencia entre el mundo de los hombres y el mundo de los seres mágicos. Hadas y hombres, elfos y mujeres, nereidas, ondinas, ninfas... Cohabitaban en paz en lo profundo de los bosques, compartiendo naturaleza, árboles, ríos llenos de vida, manantiales cristalinos, brisas de aire fresco, soles y lunas, vida...

Pero el hombre, que lleva en su corazón la semilla del dolor, transgredía constantemente las reglas escritas en los Códices de la Ley, vivos todavía. Herencia de los antepasados, corazón de un pueblo... La avaricia, la soberbia, la intransigencia, fueron sustituyendo a la comprensión, a la generosidad, a la humildad, a todos aquellos valores que unían el alma de dos mundos tan distintos, el mundo de lo real y el mundo de lo mágico. Consiguieron que ambos se fuesen separando, como lo hacen el agua del aceite...

En uno de los poblados en los que residían las estirpes guerreras, vivía Frondean, príncipe heredero de las comarcas que regía su padre. De carácter noble y valiente, sabía conjugar sabiamente bravura y compasión. Su alma libre y su espíritu aventurero le llevaron a abandonar su pueblo y visitar los hermosos lugares del Este. Los rumores hablaban de la laguna de la Fuente Blanca, un hermoso paraje, lleno de musgos que le daban su nombre, fuentes limpias y naturaleza voluptuosa. Donde todavía podían encontrarse los últimos reductos de convivencia entre hadas y hombres.

En las fuentes de brillantes aguas de la laguna jugaban libres y confiados algunos de aquellos seres, que se resistían a abandonar lo humano, que todavía creían en el corazón del hombre. Entre ellas Tubilbe, la hija del Emperador del mundo Mágico, un ser frágil y fascinante de ojos felinos, melena de fuego y piel de nácar. Fue inevitable el encuentro entre ambos, la coincidencia presagió un futuro y una mirada bastó... para que sus corazones cayeran presos de su atracción, de su curiosidad, de su deseo, de su anhelo... pronto las miradas dieron paso a los besos, pronto los besos dieron paso a las caricias, pronto las caricias llenaron los sentidos de promesas de amor...

Ambos tenían sus propios reinos, sus obligaciones... y pese a lo imposible, su corazón se convirtió en uno y su vida se descubría hermosa y con ganas de ser experimentada desde la unidad, desde lo nuevo. Escapaban en silencio para ir uno junto al otro y así se sucedían los encuentros, así se sucedía el amor...

Pero llegó el día en que el Emperador del mundo mágico, dio la orden definitiva, la escisión era total e inminente. El hombre y su actitud perdían definitivamente todo contacto con lo mágico. Los seres mágicos, en un éxodo sin igual, se retiraban para siempre del mirar humano, del sentir humano. Su presencia quedaría relegada a la leyenda, a los cuentos, a las fantasías. Y comenzaron la lenta marcha a través de las Puertas de la Montaña, para sumergirse en lo profundo de la tierra, al encuentro de las Fuentes Internas de Cuarzo y Diamante, donde el resplandor de los cristales da luz a los lugares intraterrenos. Reinos de otros seres del mundo mágico que preservan los sagrados lugares de la presencia humana. Pasadizos, cavernas, grutas... llenas de trampas y peligros que hacen desistir del intento a cualquier hombre, a cualquier arma.
Llegó el momento en que el príncipe Frondean decidió regresar junto a su amada, la paz de su corazón. Y no la halló... Descubrió consternado lo sucedido, no había seres mágicos por ninguna parte, los lugareños le confirmaban su marcha, su desaparición. Los bosques, los ríos, las fuentes, perdieron la fuerza luminosa de su presencia, de su poder. Su amada tampoco estaba... que había pasado?

El regente de las tierras del Este lo acogió y le reveló lo sucedido. Nadie había quedado. Nadie...

Los Antiguos Pactos habían sido rotos, el hombre no había sabido preservarlos y lo mágico no pudo cohabitar con lo impío...

Una sola posible solución enardecía el corazón de Frondean. Ni una duda, ni una sola, albergó el príncipe... Su decisión fue firme y consciente. Partiría en su busca, quería ver en los ojos de su amada la respuesta, el futuro... Acudió, por consejo del Regente, al bosque, donde se pierde el Sendero de la Luna. Allí se halla un puente entre ambos mundos, alguien que todavía conserva las enseñanzas mágicas, la bruja Serendia...

Ella le enseñó el lugar exacto de las Puertas de la Montaña, el sendero descendente por el que el mundo mágico inició su marcha. Pero no sin antes advertirlo de los peligros que se encontraría en su viaje. Hidras tricéfalas, Dragones de fuego, Insectos ponzoñosos, fuego, sofoco. Fácil de evitar para lo mágico, terrible gesta la del hombre que ose tal posibilidad....

Días de dura marcha, de luchas, de batallas, de calor, de hambre, de sed, de cansancio... pero nada amedrentó al príncipe, nada cejó su empeño, y lento pero implacable alcanzó los resplandores del Reino Interno. Rápido fue apresado por los sorprendidos Tritones guardianes que no daban crédito a tal situación. Nunca, ningún hombre había conseguido tal hazaña, tal gesta. De inmediato fue llevado a la presencia del Emperador, que también mostró su sorpresa, y en su corazón la intriga...

El príncipe le narró su peripecia y sus motivos. No se iría hasta no saber por boca de Tubilbe que hacer con su corazón. Nada había sabido de ella. No tenía respuestas... y se negaba a creer en el desamor, en el olvido, en el rechazo. Buscaba respuestas y manifestó al Emperador su necesidad de ellas. Solo entonces marcharía, cuando hallara la paz en su corazón, no tenía miedo al futuro.

Nunca nada habría emocionado más al Emperador que la actitud de ese hombre que tenía delante. Valor, nobleza, sinceridad, equidad, justicia, amor... Todo lo que creyó perdido en el hombre, ahora ante si... y en uno solo. Aquellos que el había rechazado...

Ordenó llamar a su hija, que en silencio desde una de las ventanas de su residencia, lo veía todo en su congoja... Acudió con los ojos anegados en lágrimas, temblorosa, con el corazón deseando estar donde su anhelo, con un cuerpo sufriente por no estar donde desea el corazón. El esfuerzo fue enorme, solo su corazón lo sabía, se quedó quieta al lado de su padre, intentando mantener la presencia digna de una princesa de su estirpe, pero dentro la vida se abría paso hacia su amor, hacia su amado...

El Emperador no tuvo que hacer preguntas, era evidente, tan evidente... Desconocía su relación, su amor. Y sin embargo ahora presenciaba el inevitable destino en que los tres se habían visto envueltos. Le pareció asombroso, que ajeno a sus órdenes y a sus decisiones, la vida mostrara signos de independencia. Ambos acababan de hacer el gesto inmenso de seguir su destino y ambos se encontraban de nuevo, a pesar de ser tan distantes, tan distintos... Y el era testigo de tan maravilloso hecho.

Y en ese mismo instante su corazón dio la orden más hermosa jamás dada por Monarca alguno... “Que las hadas vuelvan al reino del Hombre, todavía hay esperanza, todavía queda nobleza y valentía, amor y comprensión, alegría y compasión en el corazón del Hombre. Este príncipe es el reflejo vivo de ello y mi hija la flor abierta de la esperanza. No seré yo quien impida la vida. Que las hadas, sin ser percibidas, preserven en los corazones de los hombres el amor y la magia, la luz y la esperanza. Partid...!”

Ambos príncipes se abrazaron y obtuvieron permiso de esponsales y desde entonces existe la hermosa costumbre en los pueblos del norte de regalar un hada a la mujer amada, para que preserve en su corazón, la esperanza, el amor, la magia...

Cuida tu corazón, ya ves lo que contiene...

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